Tras regresar de Kuala Lumpur, donde se realizó el último mundial de esta disciplina, conversamos con Saida Salcedo, quien junto con Andrea Almarza y Sol Romaní ganó la medalla de plata en el competitivo torneo que reunió a 21 países.

Saida Salcedo conoce el dolor, y no en sentido figurado. La karateca peruana, medallista en la Serie A —el mundial del karate, entiéndase— de Kuala Lumpur 2025, ha competido más de una vez con el tobillo dañado. Ha competido lesionada, ha ganado medallas en Panamericanos y Sudamericanos con el pie aguantando cada competición. “He tenido lesiones de esguince de tobillo. Y los he tenido tanto y de tantos tipos que ya sé qué hacer. Sabía que podía seguir entrenando, con dolor, pero te acostumbras”, cuenta a En las Canchas.

A pesar de tener más de 15 años compitiendo —desde inicios de los dos mil cuando, como juvenil, vieron su perseverancia y la llamaron a integrar el equipo nacional—, la Saida de 2025 mantiene la misma convicción: “Yo no creo tener talento para mi deporte. Lo que sí tengo, y es lo que me ha hecho quedarme tanto tiempo, es perseverancia y constancia”.

Entre 2008 y 2010, Saida fue campeona sudamericana y panamericana en más de una ocasión, tanto en formato de equipos como en modalidades individuales. Luego, el equipo nacional de karate atravesó una etapa de rotaciones hasta que, en 2017, se conformó el trío medallero de Kuala Lumpur: Saida Salcedo, Andrea Almarza y Sol Romaní.

EL CAMPEONATO MÁS IMPORTANTE

Este equipo —con alguna rotación mínima— logró el bronce en los Panamericanos Lima 2019. En total, suman cuatro oros panamericanos como conjunto. Y fue en uno de esos torneos donde Saida conoció otro tipo de sufrimiento físico: ya no en el tobillo, sino en la rodilla. Faltaban pocos meses para el mundial en Malasia. “Luego de un rebote en una caída, sentí que no podía sostenerme en pie. Era algo que nunca me había pasado. Sentí mucha frustración, porque yo he competido incluso con molestias, pero no poder sostener la rodilla, la pierna…”, confiesa.

Nos encontramos en un salón amplio, de techos altos, con el piso cubierto para proteger a quienes entrenan y algunas máquinas alineadas contra las paredes. El silencio casi produce un eco antes de que Saida se pregunte: “¿Cómo iba a poder caminar?”. Faltaban cuatro meses para el mundial. La rodilla de Saida se movía de formas que nunca había sentido. “Hice terapia, el dolor bajó con las pastillas y volví a entrenar. Pero la parte de atrás de la rodilla me jalaba horrible y la rodilla se me metía (sic). Sabía que tenía un esguince, pero había un dolor que no podía identificar”, recuerda.

El parte médico parecía escrito con “letra de doctor”: “No era un esguince, era un desgarro. Además, aparecía también la condromalacia que siempre he tenido. En ambas rodillas había derrame de líquido por el golpe, contusión y un esguince pequeño en la pierna izquierda. En la derecha, lo mismo, pero con un desgarro de segundo grado”. Saida se ríe y lo dice de manera más directa: “Tenía un ‘huecaso’, una fisura en la membrana que cubre el hueso de la rótula”.

Por eso considera que haber logrado podio en Kuala Lumpur fue un “salto de fe”. No entrenó a la par de sus compañeras hasta la semana previa al viaje. Antes de eso, los intentos frustrados terminaban en lágrimas en el baño. “¿Por qué me inscribí a esta serie, si por más que quiero no voy a llegar?”, se preguntaba. Entonces volvió la Saida de siempre, la que persevera, la que quizá no es la más talentosa, pero sí la más constante. Hizo doble turno, no de entrenamiento, sino de terapia, por cuenta propia. Llegó al 100 % a Malasia y el resto es historia: medalla de plata mundial, a un punto de China, luego de vencer a Suiza, Italia y Vietnam junto con el equipo peruano. “Siento que fue el mejor campeonato mundial que hemos disputado, porque el karate es de Japón, y el continente donde más se practica es Asia. Y casi todos sabemos que cuando te toca un asiático en una Serie A, con 21 equipos compitiendo… ves la foto del podio y todas son asiáticas. Nosotras somos las únicas marcianas”, comenta entre risas.

QUIEN ENSEÑA, APRENDE

Desde 2013, con el respaldo de sus primeras medallas de oro, Saida empezó a enseñar karate. Fundó una escuela que mantuvo hasta este año, cuando decidió abrir la suya. “El tema de la enseñanza se lo agradezco mucho a mi sensei Rolly López. Él fue preparador físico de la selección por muchos años. Me dijo: ‘Si tú aprendes algo y no eres capaz de enseñarlo, entonces no lo tienes completamente aprendido’. Ese fue mi impulso”, revela.

No lo dice, pero parece que hoy la inquietud se asoma desde otro lado. Saida Salcedo quiere estar segura de que, el día que diga adiós, detrás de ella habrá alguien, como ella estuvo detrás de otras karatecas en su momento. “Yo he estado en esa posición, en esa espera. De ver a las mayores, las más top, y decir: ‘en algún momento voy a ganarles’. Hoy no ves eso”. Todo parece indicar que esa tensión —no definida así por Saida— debería estar en proceso de recuperación gracias a la enseñanza. Después de todo, si el dolor físico no fue un impedimento para esta medallista, ¿qué puede serlo?